Una de las principales
dificultades con las que nos encontramos en la psicoterapia es la resistencia
del consultante a curarse, resistencia inconsciente, que se opone al deseo
consciente de librarse del malestar, y eso se debe al beneficio, al placer directo
o indirecto que la enfermedad proporciona al sujeto.
El síntoma aporta un beneficio
que llamamos primario. El inconsciente se constituye por la represión de
recuerdos de la infancia, de los afectos que los rodearon o de las palabras
relacionadas con ellos. Se trata de episodios que adquirieron o pueden llegar a
adquirir la condición de traumáticos. Son generalmente de naturaleza sexual,
placenteros o quizás demasiado placenteros, o displacenteros que son reprimidos
con el fin de suprimir el malestar, el dolor, la angustia, que la repetición
del recuerdo trae aparejado. Los episodios infantiles reprimidos luchan por
volver a la consciencia. La represión actúa como una losa, no lo permite, pero
si las contingencias hacen que en nuestra vida se produzca un episodio actual
que es asociado por nuestro sistema psíquico a un recuerdo reprimido, éste va a
actuar como estímulo desencadenante de angustia y entonces puede aparecer un síntoma,
el sujeto en lugar de sentir la angustia se verá afectado por una jaqueca, un
dolor de cabeza, de estómago, impotencia… Por regla general es mucho más fácil
enfrentarse al síntoma que a la angustia. Para cualquier síntoma que podamos
padecer existe el medicamento que lo curará. Al desaparecer el síntoma la
angustia queda al descubierto por lo que si no se llega a resolver el conflicto
inconsciente que lo causa nos encontramos con una continua sucesión de
síntomas, se cura uno, aparece otro. El síntoma disminuye la tensión interna y
generalmente provoca cambios interpersonales. Es indiscutible que, en muchos
casos, se reciben más muestras de afecto estando enfermo que sano. El muchacho
que continuamente recibe broncas por no estudiar, ve que su situación cambia
notablemente cuando le diagnostican colon irritable, arritmia, etc.
Existe también un beneficio
secundario. Freud pone el ejemplo de la neurosis traumática o de la secuela
psíquica que deja un accidente. En estos casos el beneficio secundario sería la
indemnización que percibe el sujeto, que podría obstaculizar su recuperación.
Es frecuente que personas que tienen conflictos laborales que les llevan a una
depresión se resistan a mejorar cuando debido a ésta obtienen la baja médica y
no tienen que acudir al trabajo.
La iniciación de la terapia trae
consigo una modificación de la actitud consciente del enfermo ante su
enfermedad. El sujeto empieza a considerar su enfermedad como parte de su ser,
fundada en motivos importantes. Esta nueva relación con la enfermedad agudiza a
veces conflictos y hace pasar a primera línea síntomas hasta entonces poco
precisos. Son agravamientos pasajeros aunque necesarios pero la resistencia
puede aprovecharlos para sus fines: “mira lo que sucede cuando me veo forzada a
ocuparme de estas cosas, ¿ves como es mejor que sigan reprimidas?”
El psicoanálisis no busca solo
curar el síntoma. Ese es solo el primer paso. Lo que busca es producir un saber
en el sujeto, un conocimiento sobre él mismo que lleve a que cada vez sea menor
el control de los contenidos inconscientes en su vida. Generalmente creemos que
podemos controlar voluntariamente nuestros actos, nuestras decisiones, nuestro
discurso, nuestro destino pero lo que ocurre realmente es que estamos
continuamente corriendo el riesgo de estar sometidos al control de nuestros
contenidos inconscientes que están determinados por nuestra historia infantil.
Cuánto peor ha sido tratado un
niño en su infancia, cuando ha recibido malos tratos por parte de los padres
más difícil será que acepte la cura. Los sentimientos agresivos hacia los
padres en estos casos son muy fuertes, están plenamente justificados pero no
son aceptados por el superyó por lo que generan fuertes sentimientos de culpa
siendo los sentimientos patológicos de culpa la causa más frecuente de renuncia
a la cura.
Clara tiene treinta años. Trabaja
en una farmacia, ha tenido dos parejas con las que no le fue bien, desde hace
tres años vive con Luis, delineante que
trabaja para una revista en la que está muy bien considerado. Desde hace dos
años viven en su propia casa, antes vivieron de alquiler, casa que a ella le
encanta. Con Luis se siente feliz y le gusta su trabajo todo va bien pero desde hace un año empezó a
perder el pelo. Al principio eran pequeñas calvas que podía disimular al
peinarse pero ya no, lleva peluca. Ha
tenido distintos tratamientos y en algún momento le han comentado que la causa
de esta pérdida puede ser por “nervios” por lo que se ha decidido a consultar.
Tiene dos hermanos mayores que
ella. Siempre ha sido muy callada. Nunca se ha quejado de nada. Su madre se
quedó embarazada sin quererlo, se lleva
quince meses con su hermano, su madre dejó de darle el pecho a éste para
dárselo a ella. Además estando embarazada de Clara murió su abuela materna a la
que su madre estaba muy unida y ésta tuvo una depresión importante. No recuerda
mucho de su infancia, recuerda lo que le han contado como que cuando empezó a
andar nadie se dio cuenta salvo su hermano mayor que dijo: “mamá, mira, esto
anda”. Su padre dedicaba la mayor parte de su tiempo al trabajo. Clara piensa
que como su madre estaba casi siempre deprimida el prefería trabajar a estar en
casa. Le gustaba ayudar a su padre
cuando los domingos iban al chalé y había que ocuparse de la piscina, del
jardín, pero el padre prefería hacer estas tareas con los hermanos.
Su padre es bastante nervioso, de
nada hace un drama. Ha perdido el pelo en alguna ocasión en la que ha tenido
conflictos en el trabajo. Hace un año, casualmente, le diagnosticaron
alzheimer. Está muy gordo, ha perdido movilidad, la madre de Clara
continuamente la solicita para que la ayude a cuidar del padre, lo que no hace
con los hermanos, a ella le parece injusto pero siente mucha pena por su padre
así que acepta la situación sin queja.
Con el trabajo en la terapia ha podido primero darse cuenta, después aceptar, los fuertes sentimientos
agresivos, que reprime con gran esfuerzo, hacia sus padres y hermanos,
sentimientos que al comprender Clara que
están justificados le permiten disminuir la fuerza de los sentimientos de culpa a éstos asociados . Poco a poco fue
recuperando su pelo.
Los sentimientos de culpa
patológicos son los que originan la baja autoestima, el que la persona no se
valore, no se quiera, no se sienta merecedora de recibir nada bueno por estar
convencida de no merecerlo, y en el momento en que esta persona disfruta o
se siente más aliviada al disminuir su malestar hacen su aparición dando lugar
a síntomas o a que quien los padece tome decisiones cuyo resultado le será perjudicial. La terapia
psicoanalítica puede ayudar al paciente a controlar estos sentimientos y así
disminuir, evitar, el sufrimiento que originan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario