sábado, 5 de diciembre de 2015

LA SEXUALIDAD EN LA ADOLESCENCIA



El término adolescencia se emplea para calificar los procesos psicológicos de adaptación a las condiciones de la pubertad. La maduración sexual inicia y produce cambios en la vida mental del púber.

Con la maduración de los genitales la conciencia del cuerpo se revoluciona y la imagen corporal es revisada radicalmente. Estos cambios están acompañados frecuentemente de sentimientos temporales de despersonalización. La maduración precoz, retrasada o asimétrica puede dar lugar a perturbaciones severas en la imagen corporal conducentes a disfunciones del yo.
Los cambios corporales que suceden durante la pubertad dan lugar a conflictos con la imagen del cuerpo. El cuerpo infantil ya no existe, esta situación va sucedida de un duelo que es preciso elaborar convenientemente para acceder a una nueva sexualidad. Esto implica un trabajo mental importante para conseguir la integración del cuerpo y las vivencias infantiles con el nuevo cuerpo adulto.
Los adolescentes de ambos sexos se ven profundamente afectados por los cambios físicos que ocurren en sus cuerpos que, a su vez, introducen cambios en su conducta sexual y en su vida afectiva.
Las niñas empiezan el desarrollo de su pubertad y alcanzan el crecimiento completo más pronto que los muchachos. Las muchachas ganan altura en forma acelerada entre los nueve y doce años, mientras que los chicos lo hacen de los once a los catorce. 
Un incremento en el tamaño del cuerpo puede no ser paralelo a un incremento proporcionado en el grosor o la estatura ni tampoco se desarrollan las características sexuales por igual. Esta falta de uniformidad en el desarrollo físico, llamado crecimiento asimétrico, con frecuencia dificulta la adaptabilidad física y mental del sujeto. El crecimiento frecuentemente ocurre como una secuencia de cambios súbitos más bien que como una progresión gradual y suave. Estos cambios son además muy marcados y visibles  y el adolescente inevitablemente compara  su propio desarrollo corporal con el de sus contemporáneos. Se cuestionan la normalidad de su estado físico. En las niñas los cambios motivo de preocupación son los relativos al ciclo menstrual y al desarrollo de los senos. En los niños el desarrollo genital, el cambio de voz y aparición del vello facial. Además el desarrollo físico no progresa siempre apropiadamente, algunas veces toma rasgos característicos del sexo opuesto, como el aumento de los senos en los chicos, por ejemplo..

La curiosidad sexual en esta etapa la  expresan en el interés por las revistas pornográficas. 
La menstruación en la chica y la primera eyaculación en el chico representan conflictos emocionales que requieren elaboración. Las actividades masturbatorias pueden provocar fuertes sentimientos de culpa, sentimientos de culpa contrarios al alivio de la ansiedad que mediante la masturbación se pretendían alcanzar. Surgen sentimientos opuestos: desean tener relaciones sexuales pero, al mismo tiempo, las temen. 
La masturbación es en un principio una experiencia lúdica en la cual las fantasías edípicas son manejadas solitariamente. En la pubertad y adolescencia, al tener lugar la madurez genital, existe la posibilidad de la unión genital y la procreación. Las fantasías incestuosas se incrementan y al mismo tiempo aumenta la frustración al no poder usar los genitales como fantasean.
Freud explica que existe un periodo, entre los seis y once años, intermedio entre el desarrollo de la sexualidad infantil y su reaparición en la pubertad. La llama fase de latencia, es una etapa donde hay una disminución de las manifestaciones sexuales provocada por la aparición de defensas: represión, sublimación, formación reactiva. Es un periodo de tranquilidad, no de ausencia sexual en el que en la mente infantil aprovecha para desarrollar nuevas funciones psíquicas. Los chicos se dedican al fútbol, los deportes, miran con desprecio a las niñas que se reúnen en actividades como la danza, las manualidades. Para los chicos las chicas son tontas y para ellas, ellos son unos brutos. Esta es la forma en que chicos y chicas se defienden de la sexualidad infantil que está cargada de fantasías incestuosas.

La tarea central de esta fase es la de separarse de los padres edípicos, junto con la consolidación del superyó y las capacidades yoicas. Los niños emplean métodos obsesivos para evitar las fuertes ansiedades que despierta la sexualidad. Pueden dedicarse a coleccionar objetos, acumular información de memoria... 
La actitud exageradamente prohibitiva de los padres hacia sus hijos cuando éstos alcanzan la madurez sexual es motivo de tensiones. Por otro lado, la mayor permisividad sexual de los padres modernos crea una situación en la que aceptan las tendencias sexuales de los adolescentes y se ofrecen como un igual, un compañero. Esta actitud  es causa  también de tensiones ya que favorece las fantasías edípicas por tanto incestuosas  de los hijos.

La maduración sexual que se alcanza con la pubertad posibilita un nuevo tipo de goce pero sólo si se ha renunciado a objetos incestuosos. En la adolescencia el triángulo edípico se reactiva con intensidad porque como la  genitalidad se hace factible, el individuo se ve obligado a recurrir a mecanismos de defensa más persistentes y enérgicos, sino la consumación del incesto sería posible.

Durante la adolescencia temprana y la adolescencia  propiamente dicha debe lograrse la renunciación de los objetos primarios de amor, los padres como objetos sexuales, incluidos los hermanos y sustitutos paternos. Estas fases están orientadas  esencialmente a la renuncia de objetos y  a la búsqueda de otros.  Durante la adolescencia los impulsos cambian hacia la genitalidad, los objetos libidinales cambian de preedípicos y  edípicos a objetos sexuales no incestuosos. Esto es experimentado como un sentimiento de vacío, de tormento interno. Hay una falta de catexis de los objetos de amor familiares y como  consecuencia una búsqueda de objetos nuevos. El adolescente joven se dirige hacia el amigo. Algunas características en el otro son admiradas y amadas porque constituyen algo que el mismo quisiera tener.   

Al ir aceptando su genitalidad inicia la búsqueda de pareja en forma intensa. Comienzan las caricias cada vez más profundas e íntimas.
El primer enamoramiento ocurre en la adolescencia temprana  y es el “amor a primera vista”, el ser amado es una figura idealizada, un actor, deportista, etc., que tiene las características de un sustituto parental al que el adolescente vincula con fantasía edípicas. 
El amor tierno precede a la experimentación heterosexual.  El sentimiento que ha entrado en su vida es nuevo, implica ternura y devoción. Predomina la preocupación por preservar el objeto de amor y el deseo de pertenecerse exclusivamente el uno al otro. Este nuevo sentimiento es experimentado por el adolescente como la amenaza de una nueva dependencia..
Durante la adolescencia, como aspectos de la elaboración edípica pueden verse aspectos de conducta femeninos en el varón, y masculinos en la niña, que son las expresiones de una bisexualidad no resuelta. 
La sexualidad actúa como una fuerza que irrumpe sobre o en el individuo en vez de ser vivida por él como una expresión de sí mismo; es vivida por el adolescente como una fuerza que se impone en su cuerpo y le obliga a separarlo de su personalidad, el cuerpo como algo externo a sí mismo.

La posición bisexual de la muchacha en la adolescencia está relacionada con el problema del narcisismo. El adolescente por fin se desprende de los objetos infantiles de amor. Los deseos edípicos y sus conflictos surgen de nuevo. En ambos sexos puede observarse un aumento en el narcisismo. Aumento que precede a la consolidación del amor heterosexual, más exactamente, está ligado con el proceso de búsqueda de objetos no incestuosos.  El retiro de las catexis de objeto lleva a una sobrevaloración de ser.
Frecuentemente ocurren en esta fase episodios homosexuales en muchachas y muchachos. En la joven dos precondiciones favorecen la elección del objeto homosexual. Una es la envidia del pene que se compensa con el desdén por el muchacho, en estos casos la joven misma actúa como muchacho respecto a otras jóvenes. La segunda precondición es una fijación temprana en la madre, en estos casos la joven actúa como una niña dependiente, extremadamente obediente y confiada, sobrecogida por sentimientos de felicidad y contento en presencia de la madre.

El adolescente sufre una pérdida verdadera con la renunciación de sus padres edípicos y experimenta un vacío interno, pena  y tristeza que son parte de todo duelo. En la adolescencia la separación de los padres edípicos es un proceso doloroso que solamente puede lograrse gradualmente. El aspecto de estar enamorado señala el acercamiento a nuevos objetos, ese estado se caracteriza por un sentimiento de estar completo, acoplado con un singular autoabandono.

En el joven tres precondiciones favorecen la canalización de la sexualidad genital hacia la elección de un objeto homosexual en la pubertad. Uno es el miedo a la vagina como órgano devastador y castrante. La segunda reside en la identificación del joven con su madre, condición que ocurre frecuentemente cuando la madre fue inconsistente o frustrante mientras que el padre fue maternal o rechazante y la tercera se relaciona con equiparar a todas las mujeres con su madre. 
Durante la adolescencia propiamente dicha, ocurre un cambio decisivo hacia la heterosexualidad y una renunciación final e irreversible del objeto incestuoso.

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