Ha habido muchos cambios en la sociedad en los últimos cincuenta, sesenta años. Cambios que han afectado a la forma de amar, a la pareja. Actualmente en lo que se refiere al amor hay tres características a tener en cuenta : los celos, el goce autista y la temporalidad de las relaciones.
Es frecuente, hoy en día, la consulta por sufrir celos. Es sorprendente que en la sociedad actual chicas de quince, dieciséis, años se quejen de que su “novio” se enfada cuando queda con un amigo, que continuamente vigilan su facebook, sus wasaps… Sorprende también que consideren normal la violencia: discutimos, nos pegamos. Las estadísticas muestran que en la sociedad occidental es cada vez mayor el número de varones que han renunciado a las mujeres y viven solos entregados a la masturbación, el televisor, la pornografía, las consolas, smartphone, ordenador. Cada vez hay más síntomas autistas que conectan al sujeto con un goce al margen del lazo social: toxicomanías, bulimias y anorexias. Se pueden tener relaciones muchas, distintas, por internet pero ninguna duradera.
El modo de gozar, de relacionarnos con los demás, con el otro, va a quedar determinado para cada uno de nosotros en los primeros años de vida. El niño al principio es el único objeto de amor de la madre en una relación de dos. Pronto el niño descubre, así debe ser, que en el deseo de la madre existe otro, el padre. Ese otro molesta, uno quiere hacerle desaparecer, excluirle. El problema es que ese otro, el padre, es también querido, amado, por lo que al sentir estos sentimientos agresivos, de exclusión hacia él al mismo tiempo, surgen los sentimientos de culpa. De los sentimientos de culpa va a depender la mayor o menor tolerancia del juez interno que tiene origen así mismo en esta etapa y que nos va a acompañar siempre.
Es frecuente, hoy en día, la consulta por sufrir celos. Es sorprendente que en la sociedad actual chicas de quince, dieciséis, años se quejen de que su “novio” se enfada cuando queda con un amigo, que continuamente vigilan su facebook, sus wasaps… Sorprende también que consideren normal la violencia: discutimos, nos pegamos. Las estadísticas muestran que en la sociedad occidental es cada vez mayor el número de varones que han renunciado a las mujeres y viven solos entregados a la masturbación, el televisor, la pornografía, las consolas, smartphone, ordenador. Cada vez hay más síntomas autistas que conectan al sujeto con un goce al margen del lazo social: toxicomanías, bulimias y anorexias. Se pueden tener relaciones muchas, distintas, por internet pero ninguna duradera.
El modo de gozar, de relacionarnos con los demás, con el otro, va a quedar determinado para cada uno de nosotros en los primeros años de vida. El niño al principio es el único objeto de amor de la madre en una relación de dos. Pronto el niño descubre, así debe ser, que en el deseo de la madre existe otro, el padre. Ese otro molesta, uno quiere hacerle desaparecer, excluirle. El problema es que ese otro, el padre, es también querido, amado, por lo que al sentir estos sentimientos agresivos, de exclusión hacia él al mismo tiempo, surgen los sentimientos de culpa. De los sentimientos de culpa va a depender la mayor o menor tolerancia del juez interno que tiene origen así mismo en esta etapa y que nos va a acompañar siempre.
Si el niño, celoso por naturaleza, no se siente comprendido,
amado, por el padre del mismo sexo al que pretende excluir no podrá controlar
los celos en la etapa adulta. El celoso teme recibir el mismo castigo que desea
para el otro, la exclusión, continuamente va a necesitar del otro pruebas de
amor para calmar ese sentimiento con lo que al final consigue lo que trata de
evitar porque las continuas demandas asfixian al otro.
Según sean de fuertes los sentimientos de culpa será mejor o
peor la autoestima, el amor a sí mismo. Cuando uno tiene una baja autoestima, no
se valora, no se quiere, va a tener enormes dificultades para sentirse amado
por el otro. La persona que no se ama, que no se valora, se deja maltratar, se
maltrata.
El individualismo es el rasgo cultural dominante que lleva a
la indiferencia, al desinterés por el otro
El niño va a necesitar que su madre que satisfaga sus demandas.
La madre no siempre puede estar presente, no siempre la satisfacción que
obtiene el niño es inmediata, por lo que éste aprende a soportar esa espera
ayudándose de su propio cuerpo. Madres frustrantes o excesivamente
complacientes son las de los sujetos que se deciden por el goce autista. Si del
mundo externo no se obtiene satisfacción mejor recurrir a la satisfacción que
uno mismo se puede proporcionar y, por otro lado, si la satisfacción recibida
del mundo externo es más que suficiente, ¿para qué molestarse? El sujeto se entrega
al goce narcisista en la edad adulta.
La demanda no se puede satisfacer por completo, siempre queda
un resto insatisfecho, la completud, el quedar totalmente satisfecho, el no
desear, no es posible, siempre algo
falta, esta caricia, este beso, nunca es como aquel primer beso, aquella
primera caricia … Siempre algo falta.
Se ama desde la falta. La falta es un vacío, un agujero que
demanda ser llenado pero que no se llena con nada, esta es una de las razones
por las que compramos cosas
compulsivamente, y es la base inconsciente del amor. Sentimos que algo nos
falta y buscamos a quien consideramos tiene lo que nos falta, a quien puede
completarnos. Cuando nos enamoramos existe un momento de ilusión en el que uno
piensa que es posible esa completud. Pero la completud no existe, es una
ilusión.
Vivimos en una sociedad que niega la falta. Una sociedad que
alimenta la idea de que existe la pareja perfecta, sólo es cuestión de
encontrarla, si la pareja actual no nos ofrece todo lo que nos falta, se busca
otra. Esta idea lleva a una sucesión indefinida de parejas. Cuando uno es
consciente, acepta que no existe ese otro que nos completa esa búsqueda se
frena.
Cuando nos enamoramos existe un momento de ilusión en el que
uno piensa que la completud existe, es posible. Pero al mismo tiempo somos
conscientes de que no existe esa posibilidad de hacer de dos uno, de esa total armonía, el
tiempo lo confirma. La necesidad erótica pierde considerable valor psíquico
cuando la satisfacción es fácil y cómoda. Para que la libido alcance un alto
grado es necesario oponerle un obstáculo.
El amor tiene una faceta dolorosa que nada tiene que ver con
la ternura. Nunca nos encontramos más desprotegidos que cuando amamos, más
desvalidos y desdichados que cuando hemos perdido el objeto amado o su amor y
esto se debe a que el amor magnificado e idealizado conlleva una promesa de
completud y plenitud que pretende negar la falta. En esta negación los amantes
aspiran a dar y recibir lo que no pueden ni dar ni recibir. Paradójicamente el
odio está presente en el amor porque al desear a aquel que completa nuestra
falta, ese mismo nos hace reconocer ésta.
Cuando un consultante viene porque ha roto con su última
pareja, que es la tercera, la cuarta, siempre cuenta que hay una relación que
le ha marcado especialmente y hay que analizar qué ha pasado ahí. En la
elección amorosa intervienen el azar, las marcas anteriores y lo edipico.
Cuando uno se enamora la elección no es totalmente consciente. Hay una gran
influencia de nuestros contenidos, de nuestras marcas inconscientes en esa
elección. Esos contenidos, marcas inconscientes son diferentes para cada uno,
nos diferencian de los demás, nos hacen únicos. Es por ello que para cada uno
existe un modo distinto de gozar y distintos objetos de goce.
Vivimos en una sociedad que niega la falta, la subjetividad, que
pretende dirigir nuestros deseos ofreciendo multitud de objetos para gozar,
objetos que aseguran satisfacer nuestra libido pero que lo que hacen es
producir un cortocircuito en el lazo social. Gozar con nuestro auto, nuestro
ordenador, con el fútbol… se transforman en rivales del objeto de amor. Objetos
de goce que dificultan la relación erótica con el otro potenciando el
narcisismo, el goce autista. Una sociedad que no admite subjetividades, formas
distintas de pensar, actuar, amar. Se favorece al sujeto para que cumpla sus
deseos siempre que estos estén en la dirección que se considera correcta. Sociedad en lo que importa es producir y
consumir. Sociedad del tener no del ser. La relación con el otro implica
renuncias, asumir la frustración de no recibir exactamente lo deseado.La felicidad, ese vacío que sentimos, se puede taponar con
objetos. La felicidad se basa en el tener.
Vivimos en una sociedad de constantes cambios y
transitoriedad. Los vínculos afectivos y amorosos están deteriorados, las
relaciones laborales, de vecindad, amistad se han diluido, la convivencia
familiar es conflictiva, todos los días vemos en las noticias actos de violencia en
el hogar, el individuo huye del compromiso, de la responsabilidad. Todas estas
circunstancias dan lugar a situaciones de ansiedad y depresión, situaciones de
malestar que se intentan calmar,
disminuir con el alcohol, drogas, tabaco, fármacos lo que viene muy bien a esta
sociedad de consumo.Sociedad de usar y tirar. Los objetos no se reparan se tiran.
Igualmente ocurre con el amor. Cuando hay problemas en la pareja la
solución más frecuente es la separación.
Vivimos en una sociedad que ofrece mucha información pero es
información que nos entretiene, información para ser como, para tener, poseer,
pero no es la información que nos seria útil de verdad, la que tiene que ver
con nuestra subjetividad, con nuestro inconsciente, que es la información que
puede llevarnos al conocimiento de nosotros mismos, a ser conscientes de que
somos diferentes, con diferentes formas de pensar, relacionarnos, gozar y no
sentirnos por ello solos, aislados.
Que el malestar siempre viene de fuera es la idea más difundida . El trabajo, el tiempo,
los hijos… son la causa de nuestra ansiedad, angustia, por lo tanto la forma de
aliviarlo es mediante fármacos. Mucho más fácil y rápido tomar una pastilla que
pensar que es nuestra actitud en el trabajo, con los hijos la que nos produce
malestar, y que esta actitud está determinada por contenidos inconscientes que
no conocemos y por tanto no controlamos y que es posible conocer y controlar lo
que requiere un trabajo duro, penoso y
necesario.
El amor es un desafío constante, no un lugar de reposo sino
un moverse, crecer, trabajar juntos. En esta sociedad, en este tiempo
posmoderno donde el vértigo, la velocidad, el aislamiento, el
autoabastecimiento rigen las conductas de hombres y mujeres no se establecen
relaciones adecuadas en las que éstos, hombres y mujeres puedan conocerse y dejarse conocer. No se
dedica a esta importante labor el tiempo suficiente.
Lo importante de la pasión amorosa es la intensidad del deseo
de estar juntos y unirse sexualmente. Para que la pareja se mantenga a lo largo
del tiempo es necesario que este estado emocional dure lo suficiente para que
los amantes puedan construir lazos duraderos de compañerismo, solidaridad,
respeto, comprensión, apoyo, escucha, … para conseguir la aceptación
incondicional del otro sin intentar cambiarlo lo que implica modificar
determinados hábitos y conductas a la hora de la convivencia día a día. En esta
labor el disfrute sexual fortalece la relación.
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