domingo, 6 de agosto de 2017

AUNQUE UNO QUIERE NO SIEMPRE PUEDE, ¿POR QUÈ?


¿Querer es poder o no?
El deseo es el motor de la vida. Desear es lo que nos hace sentirnos vivos. Para vivir necesitamos un motivo, una motivación. La idea de que podremos conseguir aquello que deseamos, una actitud positiva ante los que nos espera es lo deseable. Motivación y confianza en uno mismo para vencer la negatividad. Fàcil, ¿no? Entonces, ¿por qué frecuentemente recibimos en la consulta a personas que dicen querer y no pueden a pesar de poner toda su energía en la dirección correcta para conseguir sus objetivos?  “Quiero llevarme bien con mis padres, quiero que mi relación de pareja funcione, quiero conseguir un trabajo, quiero estudiar, quiero salir de mi apatía… pero …” A continuación relatan todos los esfuerzos realizados para al final no conseguir nada.

Para empezar hay que tener en cuenta que no todo se puede. Hay limitaciones que tenemos que aceptar. Freud decía que existen tres fuentes importantes de displacer en la vida a las que tenemos que enfrentarnos: las fuerzas de la naturaleza, la caducidad del cuerpo y las relaciones sociales. La sociedad actual niega estas limitaciones: seguros contra incendios, inundaciones frente a las desgracias naturales, cirugía que te hará estar siempre joven y en cuanto a la incertidumbre de las relaciones  sociales y sobre todo las amorosas  solo tenemos que entrar en páginas de internet que nos aseguran siempre una relación ya que si una no funciona eliges otra y otra hasta conseguir la relación ideal que por supuesto aseguran que existe y seguro encontrarás. ”Todo llega, no te preocupes”. La consecuencia de esto es negar que existe el fracaso, la posibilidad de que no siempre las cosas salen bien. Asumir que no siempre se obtiene lo que se desea o aquello por lo que se lucha y que existe la injusticia es saludable.

Si hay un querer y poder al que en la consulta nos enfrentamos siempre sin excepción en todos los casos es al de “Quiere curarse pero no puede” y lo digo así porque si bien el que acude a la consulta lo hace para acabar con el malestar, la angustia que padece, al mismo tiempo hay una resistencia al cambio, una necesidad de mejorar pero solo hasta cierto punto. 

Sara llega con muchos síntomas a la consulta: no duerme bien, se siente sola, ha perdido el apetito, solo se levanta de la cama para ir al trabajo y no quiere relacionarse con nadie la causa es que está pensando en separarse porque, aunque la relación no va mal, ella no siente nada por él. Lleva dos años con Luis. Empezó la relación con mucha ilusión pero pronto se dio cuenta de que no era lo que ella esperaba. No ayudaba lo suficiente en las tareas de la casa, era descuidado, desordenado … desea querer a Luis por muchas otras cosas buenas que tiene pero no puede. Se queja de que siempre ha tenido mala suerte en las relaciones afectivas, siempre se ha sentido mal correspondida. ¿Siempre? 
Sara descubre con la terapia que reproduce con Luis la relación que había tenido con su madre. Su madre nunca la cuidó bien. Cada vez que se sentía desatendida no lo soportaba porque la rabia y el odio hacia la madre se activaba, sentimientos que no podía aceptar. A medida que ha ido pudiendo ser consciente de sus conflictos infantiles, aceptar sus limitaciones ha ido consiguiendo mejorar la relación con Luis.

Aprendemos a amar a lo largo de la vida y hay que tener en cuenta que no existe un amor puro. En el amor siempre hay placer pero también dolor, odio, soledad, pérdida y en muchos casos para evitar ese dolor, esa pérdida, las personas evitan amar, y, por lo tanto el placer.

Sara, sin ser consciente de ello, repetía una forma de relación con los demás que ella tenía muy bien aprendida, la que había vivido en su infancia.

Todos conocemos a personas que en su día a día actúan siempre de forma tal que les lleva al mismo desenlace del que continuamente se quejan y dicen no poder evitar. A esta situación la llamamos compulsión a la repetición o de otra forma, neurosis de destino. 
Generalmente pensamos que nosotros decidimos que queremos hacer o no, pero realmente ocurre que lo que hacemos es cumplir órdenes, sin ser conscientes de ello. Son frases, discursos que tenemos grabados en nuestra mente y que nos dirigen.
Frases tales como la que recuerda Elisa en su terapia: “MI madre dice que soy conflictiva, que he nacido para estar sola”. Ha tenido varias relaciones amorosas, cortas, porque no la han aguantado. Siempre que le ha comentado a su madre que ha roto su relación ésta comenta: “Lo sabía. Eres conflictiva”  Elisa está segura de que nunca encontrará una pareja tal como desea por ser conflictiva. Ella siempre causa problemas. Es la menor de tres hermanas. A los doce años se entera por una conversación que oye sin querer de que sus padres pensaron en que no naciera. Antes de que ella naciera la madre había ido fuera de España a abortar ya que no podían permitirse un tercer hijo. La segunda hija es la preferida de los padres. Las dos hermanas de Elisa están muy unidas entre sí y con la madre. A ella siempre la dejan fuera de cualquier decisión. Siempre se ha sentido sola y siempre ha odiado a sus hermanas y a sus padres que nunca la han valorado justamente. Todo lo que hacía su hermana segunda era aplaudido. Lo que hacía ella no. Ha encontrado trabajos pero le han durado poco ya que no soporta a los que teniendo menos conocimientos que ella son más valorados por los jefes, la autoridad, protesta y acaba siendo despedida. En el último trabajo está bien considerada y todo va bien hasta que entra un nuevo jefe del que ella va a depender y que no tiene ni idea del trabajo, tiene que enseñarle. Las discusiones con éste dan lugar a su despido. 
Sin ser consciente de ello Elisa repite la situación familiar. Todos los miembros de la familia están a favor de quien no se lo merece y ella queda excluida. Es la conflictiva, a la que no se valora.
Estamos hechos de frases de las que no somos autores pero que nos dirigen y repetimos inconscientemente.

 ¿Por qué repetir situaciones penosas que nos llevan al fracaso y al malestar? Por una necesidad de que aquella situación infantil en la que fuimos injustamente tratados se reconozca y se haga justicia, para que por fin seamos valorados como en el caso de Elisa  y por sentimientos de culpabilidad como en el caso de Angel-

Angel consulta porque lleva dos años en cuarto de arquitectura y no consigue aprobar las asignaturas que le faltan para seguir con la carrera. No puede concentrarse. Sus padres solo se preocupan por sus estudios. Broncas continuas porque sale con amigos, ve tele, usa el ordenador cuando lo que tendría que hacer es estudiar y estudiar. Piensa que acabará como basurero, tal como su padre le viene diciendo de toda la vida: “no estudies y acabarás de basurero, ¿eso es lo que quieres?” El padre es un hombre que ocupa un puesto importante en una empresa al que siempre ha visto poco por lo mucho que trabaja y que cuando se ha dirigido a él ha sido sólo para interesarse por sus estudios. Le odia. 

Los sentimientos de culpa tienen su origen a una edad muy temprana, alrededor de los tres primeros años de vida cuando el niño descubre que todo aquello que le gusta hacer está prohibido y es castigado por los adultos. Además se va a sentir culpable por sus fantasías eróticas, amorosas hacia el progenitor del sexo contrario y a las de destruir y excluir al del mismo sexo.
Los sentimientos de culpa siempre van a existir pero pueden ser más o menos fuertes dependiendo de la mayor o menor tolerancia y de la comprensión o no de los padres hacia el niño que no puede evitar lo que siente. 

Trabajar los sentimientos de culpa, buscar su origen, analizar sus manifestaciones es el camino para hacerles frente y así conseguir una vida más feliz.

No sólo tenemos una voluntad consciente. Tenemos muchos contenidos inconscientes que boicotean nuestra voluntad consciente y llegar al conocimiento de estos contenidos inconscientes permitirá disminuir su poder y evitará que controlen nuestra voluntad consciente. 

Confianza en uno mismo y motivación son necesarias para una actitud positiva ante la vida. La confianza en uno mismo depende de la mala o buena autoestima y ésta depende del valor que uno se da a sí mismo y que a su vez va a depender del valor, del amor recibido de los padres. La motivación va a depender de cómo nos presentan nuestros padres el mundo en que vivimos. Si los padres discuten continuamente, se muestran infelices, no disfrutan de nada, todo es trabajar y sufrir ¿qué motivación tendrá el hijo? Muy difícil le resultará una visión positiva de la vida.


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